¿DONDE ESTABAMOS ANTES DE NACER?

Primera Parte - ¿Dónde estábamos




Primera Parte - ¿Dónde estábamos

antes de nacer? En el ámbito espiritual: La Trinidad En el libro de Daniel, las Sagradas Escrituras hablan de la visión que él tuvo de Dios, el Padre Celestial, el cual es: “... un Anciano de días, cuyo vestido es blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente” (ver Daniel 7:9-14). Del Hijo de Dios leemos que: “Su cabeza y sus cabellos [son] blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas” (Apocalipsis 1:13-16, 2:18). Y Su Santo Espíritu dice: “Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del Agua de la Vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). En las Sagradas Escrituras leemos que Dios es el Creador de todo lo bueno. En el cielo, Él creó varios seres espirituales, entre ellos: los serafines (Isaías 6:2,6), los querubines (Ezequiel 10), los príncipes y arcángeles (Daniel 12:1, Judas 1:9), los vigilantes (Daniel 4:17) los ángeles protectores, servidores y mensajeros (Salmos 91:11, Marcos 1:13, Lucas 2:10), etc. Los servidores de Dios y Su ejército celestial son innumerables (Daniel 7:10, Apocalipsis 5:11, 19:16). En Hebreos 1:7-10 leemos: “Ciertamente de los ángeles dice: 'El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego’. Mas del Hijo dice: 'Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros’. Y: ‘Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos’”. En el cielo, Dios creó a todos los seres vivientes con libre albedrío: la capacidad de obrar por reflexión y elección. Pero, todo tiene su causa y su consecuencia.

Primera Parte - ¿Dónde estábamos

Los querubines:

Dios creó a los querubines, los cuales son unos “seres vivientes” diferentes, grandes, fuertes y poderosos. Los querubines sirven como guardianes del trono de Dios y están asociados con la presencia de Dios en Su trono, la protección y el conocimiento divino. Las Sagradas Escrituras nos dan detalles específicos en cuanto a cómo son los querubines y cuál es su responsabilidad en el cielo: • Son parcialmente semejantes a los hombres (Ezequiel 1:5). • Tienen cuatro caras y cuatro alas. El sonido de sus alas es estruendoso (Ezequiel 10:21, 1:10). • Son veloces como el relámpago (Ezequiel 1:13,14). • Cada uno fue creado con una rueda “de fuego ardiente”, color verdoso, en la parte inferior de sus cuerpos (Ezequiel 10:9). • El espíritu de los querubines está en las ruedas (Ezequiel 1:20). • Están llenos de ojos en todo el cuerpo, incluyendo las alas y las ruedas (Ezequiel 10:12). En Ezequiel capítulos 1 y 10 leemos que cuatro querubines forman el carro celestial que transporta, todo el tiempo, el trono de nuestro Todopoderoso Dios. Segunda parte El enemigo de nuestras almas: el vástago abominable Hace muchos milenios, entre los querubines, uno llamado Lucero creyó que podía ser igual a su Creador, Elohim, y también pensó que podía arrebatarle el trono celestial. Su ciega envidia, arrogancia y egolatría inflamó su orgullo. Con engaño y mentira, convenció a una tercera parte de los ángeles de Dios para que se rebelaran. Hubo una gran batalla en el cielo, en la que el príncipe y arcángel Miguel luchó contra los ángeles rebeldes (Apocalipsis 12:7). Durante la batalla, fuego salió de Dios y quemó al querubín rebelde (Ezequiel 28:18) Finalmente, el Todopoderoso arrojó y aprisionó al querubín y a sus ángeles rebeldes desde el cielo hacia acá abajo, en las profundidades de los abismos (ver Ezequiel 28:12-19, Isaías 14:12-20). Pero nuestro Omnisciente Dios hasta puede saber lo que el maligno piensa. Milenios después de su destierro y encarcelamiento, nuestro Creador le recordó al maligno:

Los querubines:

“Descendió al Seol [el lugar de los muertos] tu soberbia, y el sonido de tus arpas;

gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán. ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Isaías 14:11-15). “… espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (ver Ez. 28:12-19). Llegará el día en el que el Señor destruirá completamente al maligno de tal manera que dejará de existir: “Porque nuestro Dios es fuego consumidor” y el maligno jamás podrá vencerlo (ver Hebreos 12:29). Y es que, el que antes era un querubín protector y honorable, es hoy la esencia misma de las tinieblas y del mal: bafomet es un horripilante dragón con nombres muy despreciables: “señor de las tinieblas” (Efesios 6:12), “espíritu inmundo” (Marcos 1:2326), “espíritu del error” (1 Juan 4:6), “vástago abominable” (Isaías 14:12-20), “príncipe de los demonios” (Mateo 9:34), “espíritu maligno” (1 Samuel 16:14), etc. Como acabamos de ver, mientras más alto sube el maligno…, más estruendosa y devastadora es su caída. La oferta de redención Sé que no te acuerdas, pero yo tampoco me acuerdo, ni siquiera nuestros padres ni ningún ser humano se acuerdan, pero sí sé que todos estábamos juntos allá en el cielo, sirviendo a Dios. Después de leer estas líneas, tú también entenderás cómo las Sagradas Escrituras claramente nos indican que, milenios atrás, todos estábamos juntos allá. Aunque el Eterno arrojó a los abismos al maligno y a la tercera parte de los ángeles rebeldes y caídos, ellos siguen siendo inferiores y todavía son propiedad del Eterno – puesto que Él los creó. En el cielo, Jesús, el Ungido Hijo de Dios, habló con Su Padre, Elohim y Le dijo que quería restaurar a Sus “hermanos” los ángeles caídos: “... Anunciaré (predicaré) a Mis hermanos Tu nombre, ...” (Hebreos 2:12). El buen Señor, en Su eterna compasión, les hizo a todos los ángeles caídos una oferta de redención para que volvieran a Dios y otra vez pudieran disfrutar de todas las bendiciones espirituales en el cielo.

“Descendió al Seol [el lugar de los muertos] tu soberbia, y el sonido de tus arpas;

Parte de la oferta incluye arrepentirse de la egolatría: el pecado del orgullo y la rebelión

que cometieron en el cielo, y –como muestra de arrepentimiento y humildad– hacerse humanos: “… un poco menor que los ángeles” (ver Hebreos 2:7-18). Muchos ángeles caídos aceptamos el plan de redención y después Dios fundó el mundo, el planeta tierra (ver Efesios 1:3,4). Tercera parte En el ámbito terrenal: La creación del hombre Dios el hijo, Jesús, hablando con Dios el Padre, Elohim, y con el Espíritu Santo, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoreen en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26,27, ver Colosenses 1:16). Al primer ángel caído en aceptar el plan de redención, Dios le creó un cuerpo humano del polvo de la tierra. Entonces, Dios sopló al espíritu del ángel ya restaurado hacia el interior del cuerpo: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Esa fue la creación del primer hombre: Adán. Dios también decidió crear una mujer para Adán, Él usó una costilla de Adán para crearle a su esposa (ver Génesis 2:21-23). Esa fue la primera mujer: Eva. A esos dos seres vivientes Dios los creó con espíritu, alma y cuerpo (ver 1 Tesalonicenses 5:23). El alma conecta al cuerpo con el espíritu, y el espíritu conecta al ser humano con Dios. Todo lo que Dios creó es: “bueno en gran manera”, incluyendo al hombre (ver Génesis 1:31). Entonces Dios lo puso en el Huerto de Edén donde le proveyó de todo lo que necesitaba (ver Génesis 2:15). Dios creó al hombre con libre albedrío. Como parte del plan de redención del Creador, Él también creó el huerto de Edén con todas las bendiciones que los humanos necesitamos. En el huerto, Dios puso el árbol de la vida del cual los ángeles de Dios comen y no mueren. Lo puso en el huerto para que el hombre comiera y no muriera. Como ángeles ya perdonados y restaurados, Adán y Eva tenían una relación tan buena con Dios que hasta hablaban cara a cara con Él (ver Génesis 2:16,17).

Parte de la oferta incluye arrepentirse de la egolatría: el pecado del orgullo y la rebelión

Cuarta Parte

La advertencia y el engaño: “Pero la serpiente [poseída por el maligno] era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: —¿Conque Dios os ha dicho: “No comáis de todo árbol del huerto”? Y la mujer respondió a la serpiente: —Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: —No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (ver Génesis 3:1-6). Cuando Dios les advirtió que si desobedecían morirían, Él se refería a la muerte espiritual y la muerte física. Recordemos que, cuando el querubín rebelde desobedeció a Dios perdió su luz espiritual, lo cual resultó en tinieblas (y maldad), y recibió la condenación del Eterno Juez de que será completamente destruido. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, también perdieron su luz espiritual y sus cuerpos físicos se fueron desgastando hasta que perecieron. Entonces, como podemos ver, en el huerto de Edén, el maligno poseyó el cuerpo de una serpiente. El maligno estaba en el árbol de la ciencia del bien y del mal. Con hechizos y encantamientos (Apocalípsis 18:23), acercó a Eva hacia sí, la cual escuchó su voz, y se puso a conversar con él y la hizo desobedecer y pecar contra Dios. Entonces, el maligno salió del cuerpo de la serpiente y poseyó a Eva (posesión demoniaca). El maligno dirigió a Eva hacia Adán, al cual también hechizó, engañó y lo hizo desobedecer y pecar contra Dios. De esa manera, el maligno se sentó en el trono de sus corazones y tomó el control de la voluntad de sus vidas. El maligno también los infectó con el mal, introduciendo así el pecado en el alma de los hombres. Por eso, todos los descendientes de Adán y Eva nacemos con el mal dentro de nosotros —porque hemos heredado la inclinación a hacer el mal. Y todo eso causa la decadencia y la muerte física y espiritual. Las personas que no tienen a Dios en su corazón son hoy esclavos del maligno. Las Sagradas Escrituras hablan de “esclavos, almas de hombres” (Apocalípsis 18:13).

Cuarta Parte

El mal que el maligno puso dentro de nosotros nos causa pecar y espiritualmente nos

hunde hacia la muerte eterna, rumbo al lago de fuego. Aunque el maligno posee a los hombres, ningún ángel caído ni demonio tiene la autorización de parte de Dios para poseer a los humanos. El cuerpo de los humanos es templo de Dios, y cuando los demonios lo poseen, lo profanan (lo corrompen). Únicamente el Espíritu Santo y los ángeles están autorizados para entrar en el cuerpo de los humanos porque lo hacen para mejorarlo (ver 2 Reyes 2:9,10, 1 Corintios 3:16). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual [quiere estar] en vosotros, [cuerpo que] tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19). Ya hemos visto algunas de las consecuencias espirituales de la desobediencia a Dios. Las Sagradas Escrituras también nos hablan de las consecuencias físicas del pecado: “… Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: —¿Dónde estás tú? Y él respondió: —Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: —¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: —La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: —La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: —Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: —Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo:

El mal que el maligno puso dentro de nosotros nos causa pecar y espiritualmente nos

—Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé

diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:9-19). Luego de Dios informarles cuáles serían las consecuencias de su pecado, Él expulsó al maligno, a Adán y a Eva del huerto de Edén (ver Génesis 3). Con todo lo anterior podemos ver el gran amor y la supremacía de nuestro Eterno Dios comparado con la maldad, limitaciones e ineptitud del maligno. A través de los siglos, el maligno, con su imperio de las tinieblas, ha causado gran daño espiritual y mucho sufrimiento a la humanidad. Todo el mal que existe en el mundo es causado por él. Desde su caída, el maligno siempre ha buscado vengarse de Dios y trata de destruir todo lo que Él ha creado. Pero, con todo el daño que el maligno ha causado, ¿por qué Dios no lo ha destruido? Dios, en su eterno amor y sabiduría aún no lo ha destruido para que los ángeles caídos que aún no se han arrepentido tengan tiempo de ver la malignidad del maligno y se arrepientan. Por eso Dios creó el lago de fuego para destruir completamente al maligno y a sus rebeldes demonios. Nosotros solos, no podemos contra el maligno. Recordemos que, aunque muy degradado, él es un infernal dragón, y, aparte de eso, tiene todo un ejército de demonios de su lado. Pero si estamos del lado de Dios, el maligno no podrá hacernos daño. Quinta Parte ¿Para qué fuimos creados? ¿Para qué nos creó nuestro sabio Dios? Para que Le sirvamos y Le adoremos. Puesto que somos propiedad de nuestro Creador, en Isaías 43:7 leemos: “… todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. Las personas que en este mundo no están haciendo esto, lamentablemente no están cumpliendo el propósito de Dios en sus vidas. Y, ya que Dios ha hecho Su parte… como buenos hijos de Dios, es nuestra responsabilidad cumplir con nuestra parte. Esa es una de las razones por las que Dios el Hijo, en Su eterno amor, quiso restaurar a la humanidad perdida. Refiriéndose a los ángeles caídos que aceptaron la redención, en las Sagradas Escrituras claramente leemos: “Así que, por cuanto los hijos [los ángeles caídos]

—Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé

participaron de carne y sangre [aceptaron la oferta de redención y permitieron que

Dios los hiciera humanos], Él [Jesús] también participó de lo mismo [se hizo humano], para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte [la opresión satánica] estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre [la esclavitud espiritual]” (Hebreos 2:14,15). Bajo el yugo del maligno, al hombre lo arropa la tenebrosa maldad. Porque, como ya hemos visto, el maligno es tinieblas y sólo quiere vengarse de Dios. Cuando fuego salió de Dios que consumió al enemigo, el Eterno también profetizó su destrucción eterna diciéndole: “... espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (ver Ezequiel 28:18,19). Dios creó el lago de fuego para el maligno y sus demonios. El maligno, sabiendo que no podrá escapar, busca las maneras de arrastrar a los hombres consigo. Pero el Señor quiere librarnos de los engaños del enemigo. Por eso el Señor nos proveyó cómo escapar de los lazos del maligno. Cuando leemos las Sagradas Escrituras, podemos aprender de la voluntad de Dios y cómo obedecerle. La predicación del mensaje de salvación de Jesús es tanto para los hombres como para los ángeles caídos que aún no han aceptado la oferta de redención. Si aún no has aceptado a Cristo en tu corazón, él quiere que vuelvas a obedecerle para que puedas recibir todas las bendiciones espirituales que él tiene para todos nosotros en el cielo (ver Apocalipsis 21). Después de nuestra rebelión y expulsión del cielo, todos los ángeles caídos que hemos aceptado la redención que nos ofreció Jesús, nacemos inocentes ante Dios en esta tierra. Y, aunque, al nacer, heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán y Eva, Dios protege a los niños de tal manera que, si fallecen durante la niñez, van directo al cielo: “... Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14). Pero, según vamos creciendo, se va mostrando en nosotros la naturaleza pecaminosa humana que heredamos de Adán y Eva –el mal con el que el maligno nos infectó. Esa naturaleza pecaminosa es una enfermedad espiritual que nos hace desobedecer al Dios santo y eterno y nos hace cometer todo tipo de pecado: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, ..., que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gál. 5:19-21). Otra manera muy efectiva que el maligno usa para engañar a muchas personas es la avaricia. Y las Sagradas Escrituras nos advierten en contra de ella: “... raíz de todos los males es el amor al dinero, ...” (1 Timoteo 6:10). Los avaros son las personas que

participaron de carne y sangre [aceptaron la oferta de redención y permitieron que

roban, los estafadores, los engañadores, los que están involucrados en todo tipo de

negocios ilícitos, como la venta de drogas y el lavado de activos, etc. Pero, nuestro Creador quiere que volvamos a Él, y quiere librarnos de todo mal. Mientras Jesús estaba aquí en la tierra, dijo: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27). A nosotros, los humanos, Jesús nos llama: “hijos”, después “… que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales …” por medio de la redención cuando éramos ángeles caídos (ver Hebreos 2:10-15 y Efesios 1:3-12). Como ya sabemos, desde mucho antes de nacer aceptamos Su oferta de redención, obedeciendo Su voz en aquél entonces. Por lo tanto, en el día de hoy, nosotros, como ovejas del Buen Pastor, tenemos que continuar obedeciéndole aquí en la tierra, en lugar de continuar siendo esclavos, bajo el yugo del maligno. En el “gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalípsis 16:14), el Eterno Juez apartará a los justos de los injustos y condenará a los malignos: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y se abrieron los libros, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalípsis 20:12). “Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará en Su trono de gloria; y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y apartará a unos de otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: —Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.... Entonces dirá también a los de la izquierda: —Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.... —E irán los malos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:3134,41,46). Dios nos ha provisto de todo lo necesario con tal de que nosotros rechacemos al maligno y volvamos a obedecer a nuestro Creador: Él nos bendice con la redención por medio de la sangre de Su Hijo Jesucristo. También nos bautiza con Su Santo Espíritu, el cual habita en los corazones de los hijos de Dios y nos guía. Su Santo Espíritu ha inspirado las Sagradas Escrituras, las cuales nos: “... pueden hacer sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).

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